Apropiarse de lo que no es tuyo suena fuerte, pero si sólo es vivir un sueño, una aspiración y utopía, el juicio es menor y casi homologable como cuando un niño juega con un juguete de otro que sabe que no podrá tener una vez volviendo a su realidad.
Ruben, Sergio y Alicia; madre e hijos sirviendo en la casona de sus patrones a la que ingresan sin permiso cada vez que está sola. Una hacienda a las afuera de Tucumán, Argentina. Un fundo con animales, chacras y comodidades tales como piscina, comida sofisticada y tecnología. En un inicio, dentro de la casa ajena cuentan con un estado de alerta constante, y las huellas llegan a ser mínimas. Existe un recelo hacia los patrones, quizás será la ridícula comparación de estilos de vida pero que a la vez los separa enormemente como si existiese una muralla con foso que no los deja pasar.
Las hermanas Lourdes y Pía llegan a la casa de su padre Héctor, como una forma de relajarse. Pía con sus conflictos internos-emocionales, sin poder ser dejada sola y un asomo de abuso a fármacos. Gabriel, su cuñado y administrador del fundo (aunque criticado por querer innovar), poco tiene de incidencia en las decisiones sobre los cuidadores, quienes con su conocimiento diario del fundo, reprochan y opinan, casi llegando a la flojera o el no querer hacer algo nuevo. Peleas por disputas de orden al interior del fundo, hace que Lourdes se enoje y deje a Gabriel, quedando sólo en casa junto a Pía. La crisis que sufre ella, viéndose quitada de bulla y sumamente introvertida, pronto tendrá un desenlace que cambiará la historia.
Casi como si fuese rutina, Ruben, Sergio y Alicia (y a veces la novia de Sergio), irrumpen en la casa, sacan comida y se la llevan, se toman el vino y ocupan la piscina como un acto romántico de pareja. Con actos así, la cercanía de ser descubiertos está cada vez más cerca. A la llegada del marido de Pía, ambos matrimonios salen a una fiesta. Nuevamente aparecen los inquilinos, que en un acto de despreocupación absoluta por ser descubiertos, se duermen dentro de la casa. Pero la sorpresa para ellos es mayor al ver a Pía, hermana de la pareja de Gabriel, entrar junto a él besándose apasionadamente sin percatarse que sus empleados se encuentran dentro de la casa. Esto pasa a ser un regateo, de que la verdad no salga a la luz.
Gabriel, aunque los reprende, sabe que no puede ser del todo un argumento para sacarlos para siempre del lugar. Tanto Rubén como Sergio, en su faceta menor por grado de responsabilidad, regatean. La poca confianza que denota Don Héctor con Gabriel, hace que lo saque de la administración, dejando a Pía como responsable. Cambios aparecen de un momento a otro, desde la ambientación de la casa y hasta la confianza con los empleados. Pía deja salir todo su carácter persuasivo-insinuante. Otra visita de los inquilinos en una salida, los lleva a traer mujeres para la típica noche de juegos de mesa con poca ropa. Alicia ya no da más, le viene el arrepentimiento y la compostura. No quiere perder el trabajo ni menos la confianza depositada en ella por sus patrones.
El acercamiento de Pía a los empleados comienza a ser cada vez más evidente. Primero regalando ropa a ambos, para luego incluirlos en una noche de vino y música junto a Lourdes. Aparecen facetas bizarras en que ellas se visten con la ropa de ellos mientras Rubén y Sergio se prueban la ropa que les regalaron. Pía trata de seducir a Sergio pero él prefiere a Lourdes. Es ahí cuando ella explota, lo encara desenfrenadamente incluso sacando un rifle de la colección. Su estado ya es de total locura.
Al día siguiente, ambas dos se van si decir palabra ni menos despedida. Y ahí, al ellas retirarse, Ruben, Sergio y Alicia, los verdaderos dueños del lugar, ingresan nuevamente a la casa. La rutina vuelve a la normalidad.
Dirigida por Agustín Toscano y Ezequiel Radusky. Argentina, 2013. Film perteneciente a la Competencia Internacional de Sanfic 9.