Un día antojadizo de septiembre caerán los volantines sobre el tejado, descorcharemos vino una y otra vez, mi perro perseguirá unas palomas cafés y una brisa inefable recorrerá la casa. Habrán risas que parecerán eternas y el verde follaje de los pinos recibirán los cálidos rayos de la estrella más grande que conocemos. La música no será un eco distante y habrán invitados prestos para el baile. Un día de septiembre volverá todo lo que quedó detenido en el tiempo incluso esta febril manera de extrañarte. Autor: Miguel Vásquez Chile, 2021
Por Guillermo Soriano.
Esto es más o menos así: un director de recursos humanos de una empresa de casi doscientos empleados, con un gran sueldo y grandes responsabilidades en la formación de nuevos empleados, es despedido luego de diecisiete años trabajando en ese puesto. A sus cincuenta y siete años con la autoestima por el suelo, acepta un trabajo menor en una empresa de mensajerías, donde tiene que aguantar los abusos de personas más jóvenes.
El protagonista de esta historia se llama Alain Delambre. Un hombre que adora a su familia compuesta por dos hijas casadas, y su esposa Nicole, quien es su adoración desde el primer día que están juntos, y por quien se siente más frustrado al no seguir dándole la vida que él cree que ella merece. Pero a Nicole nunca le importó mucho lo material. Para ella lo principal era mantener una vida tranquila. Algo a lo que Delambre estaría muy lejos de darle.
En cuatro años, a medida que mis ingresos se volatilizaban, mi estado de ánimo pasó de incredulidad a la duda, después a la culpabilidad y, por fin, a una sensación de injusticia. Hoy lo que siento es cólera. Solo falta que encima piense en los años que me esperan, en el porcentaje de cotización que voy a perder, en la bajada de mi pensión, en el abatimiento que a veces nos inunda a Nicole y a mí. No debo darle vueltas a todo eso porque, a pesar de mi ciática, se me pone un humor de terrorista. (P. 18)
Tras buscar incansablemente distintas ofertas de trabajo, aparece una oportunidad única con el anuncio de una gran empresa que llama para participar para un alto cargo, y que tiene como prueba final de selección, un juego de rol que consiste en un simulacro de toma de rehenes. Nuestro atormentado protagonista pone toda su ilusión y dinero que le queda a él y el de su hija, por medio de engaños, para obtener información privilegiada y así obtener ese trabajo. Sin embargo, cuando se entera que la empresa ya tiene concertada una mujer joven para ese puesto, Alain Delambre vuelca el simulacro en un escenario real, protagonizando una toma de rehenes que lo hará transitar entre la privación de libertad y la muerte.
Me acorralan mis mentiras. He acumulado tantas durante tanto tiempo… Decir ahora la verdad a Nicole es superior a mis fuerzas. Nos robaron la confianza en nuestra propia vida, nuestra seguridad, nuestro futuro. Eso es todo lo que quería reconquistar. ¿Cómo explicárselo? (p. 292)
¿Hasta dónde llegaré para obtener lo que quiero? Sin duda es una pregunta que todos nos hemos preguntado alguna vez. Quizás una cierta ética o principios morales sean los límites para quien no tenga mayores dificultades desenvolviéndose en el día a día. Pero para quienes siempre están siendo desplazados en la sociedad, esos límites se vuelven más difusos, y en algunos casos, inexistentes. La frustración se transforma en resentimiento y luego en ira si eso viene de la sensación de sentirse discriminados o en desventaja ante alguna situación.
En ocasiones el relato pierde agilidad y se extiende en elucubrados escenarios que insisten en reforzar la personalidad del protagonista. Pero con cada giro inesperado dentro de la historia, la novela logra atrapar al lector y no lo suelta. Ya que el efecto psicológico que provoca el desempleo en una persona es algo de lo que todos podemos empatizar. Dividida en tres partes narradas en primera persona, la novela de Pierre Lemaitre se lee en estos tiempos de crisis de manera cada vez más actual.
- Recursos Inhumanos (2010), 388 páginas.
- Pierre Lemaitre (1951), Francia.
[POEMA] INSTANTE
Este atardecer nunca será de nuevo el mismo Esta noche no retornará otra vez Este ritual del habitar será irrepetible Este encuentro será único y eterno Pero los dioses entre nosotros siempre volverán Caminar en el camino que siempre será distinto en su transitar es un existir Caminar hacia la muerte es un fluir: aprendizaje Instante, bello e irrepetible, me arrojo hacía ti Los encuentros pasados, los bosques andados: momento Ver nuevamente, ver en verdad Muero en cada atardecer… Florezco en cada otoño Autor: Alejandro Ogando Argentina, 2021
[CUENTO] EL SACO
El agua está fría, mi piel la puedo sentir ardiendo, una quemadura que se va devorando algo más que las primeras capas de piel.
Todo es agua, lo puedo sentir, la corriente y el oleaje ahora solo son un recuerdo, aquí todo es agua y profundidad, cada vez más profundo. La presión en mi pecho me avisa que nos hundimos.
Mis ojos están cerrados, aun no se resignan a nuestro destino, al destino de la piel, de mis labios, de mis cabellos, de mis dedos, de mis pulmones, de esa niña que jugaba alguna vez, de esa mujer que corría para alcanzar algo que ya es imposible.
Mis pulmones saben la verdad, ellos también se están inundando, gritan desesperados, pero nadie escuchará, se están hundiendo igual que todo en mí. Mis manos intentan sujetarse de un salvavidas inexistente, intentan nadar, pero es inútil. Mi corazón en una taquicardia intenta despertar un instinto en mí. Pero mis pensamientos solo tienen una línea de pensamiento. Una línea que se hunde hasta el final del mar, una línea medida en tiempo y profundidad. Esa línea que el destino dibujó para mí tiene nombre y el peso necesario para llevarme hasta el final.
Mi destino jala de mis pies, mi destino tiene nombre, tiene un volumen, tiene la masa necesaria para hacer inútil los intentos de ascender. Estoy destinada a hundirme. Me pregunto si alguien me buscará, no lo creo, pero me gustaría pensar que alguien, por alguna razón que desconozco, me buscará en el lugar equivocado, para poder tranquilizar una emoción que no termino de definir.
Mis pies inmóviles saben su destino, ellos están resignados. Ellos tienen una verdad que los jala al fondo del mar. Una cuerda suficientemente firme y un nudo bien hecho, un nudo hecho para cumplir sus propósitos: no dejarme ir.
Un nudo preparado para hundir a esa mujer de tacones, un paso rápido y abrigo rojo, esa mujer busca llamar la atención, quiere ser vista, quiere se anhelada, pero no sabe que ese deseo la llevará al fondo de sus más hondos pensamientos.
Mis ojos no resignan, ellos tienen la fe necesaria para crear un mundo nuevo en el que no nos ahogamos. Solo para ser felices alguna vez. Sus labios empiezan a formar un “No” que no acaba, ni terminará. Me preguntó cómo se pudrirá mi cadáver bajo tanto musgo. Alguien notará que me maquillé y me puse ese labial que hace ver mis labios gruesos y llenos de deseo. Pero eso no tiene sentido nadie me encontrará porque nadie me buscará.
La profundidad es suficiente para ocultar los pasos sobre la vida de aquellos que buscamos dejar huellas sobre la arena, esta es la primera marea de la tarde ocultando mi historia sobre la playa. Soy efímera.
Mis ojos se mantienen cerrados, tengo miedo, por primera vez, de abrirlos y confirmar la resignación y la pérdida de mi última esperanza: esto podría ser un sueño. Podría solo necesitar despertar.
Pero queda poco tiempo, tan poco tiempo, el tiempo ese que fija mi final. Debo ver por última vez, pero ¿qué voy a ver? ¿qué necesito ver?, lo que vea valdrá más que mi última esperanza. Al abrir mis ojos dejaré escapar el último mal de la caja de pandora, o tal vez lo último que me pertenecerá en esta vida.
Pero de pronto mis ojos ya no sienten la necesidad de permanecer cerrados, ellos solo quieren ver algo por última vez… Siento pena por ellos, sé que ya no hay luz, la profundidad nos ha traído a un lugar muy obscuro. Lo siento…
Mis párpados se abren lentamente y ahí está observándome: la obscuridad me observa: no solo mi expresión, ella puede ver quien solía ser, ve mis anhelos y se los lleva, pero siento que se lleva algo más.
La cuerda hiere mi piel, incluso con las quemaduras del frío, puedo sentir la piel de mis tobillos desgarrándose. El destino ha tocado fondo y ya no me queda vida.
Un parpadeo rápido, un segundo para volver, un tercero para vivir, un cuarto para llenar los pulmones de aire. Y me digo una y otra vez “solo fue una pesadilla”. De tanto decirlo empiezo a creerme esa mentira. Las siguientes caídas de la noche vuelven anhelantes de volver a ese dulce sueño.
Autora: Carla Araneda Condeza
Chile, 2021
[POEMA] Hyle
Primera sustancia y madera: bosque Primer momento, momento inicial. Instante primero, inicio primordial En el bosque todo nace, todo es nacimiento entre los árboles: acontecimiento La luz y la oscuridad se regocijan entre las hojas Los caminantes en su observar perciben la primera sustancia Acaece en aquel momento el enlace con los dioses Volvemos a ser parte de la tierra; comenzamos a crear Creamos a partir del creer en Natura, respetando lo sagrado: aperturidad a la muerte Hyle primordial, sigues siendo misterio entre los hombres Aún no entendemos la existencia, tan solo la transitamos Todavía buscamos un sentido a la vida, temiendo a la muerte No hay sentido, tan solo muerte, y vida que se funde en ella en un fluir sin destino Caminar por el bosque, retornar al origen, dar los primeros pasos Nuevamente creer en el regocijo de las hojas y el pasto, en la oscuridad de los árboles Caminar lejos de lo masivo, en soledad: creer para crear Hyle, bosque, sustancia, materia, madera; retomar al hogar Crear nuevos dioses, creer en los antiguos dioses: el bosque Dejar ir lo desnaturalizado, traer lo sagrado: habitar el misterio Tiempo de ritual Bosque... Te anhelo. Autor: Alejandro Ogando Argentina, 2021
Por Javiera Lecaros.
“El fin del mundo pasó hace rato y ni nos dimos cuenta”, es probable una de las frases más icónicas de este breve relato. Es difícil que tus emociones más cubiertas no afloren cuando lees este libro, por supuesto, esto ocurre cuando en tu vida existieron pasajes similares; por cierto, no tan cruentos, pero de la misma envergadura. Sucede mucho en este país, nos lamentamos de las historias más tristes de niños vulnerables, pero no será de mayor relevancia si tú mismo no tuviste que vivir en carne propia los pesares de una vida en la miseria más insufrible de este Santiago tan, pero tan mezquino con quienes lo habitan.
Si usted quisiera leer este desesperanzador relato, le sugiero que dibuje la historia en su mente como un anime. Sí, anime. Muy al estilo japonés, con esos protagonistas jóvenes que muchas veces no superan los 12 años, expelidos de su tierno mundo infantil por una avalancha de extrema y sórdida realidad. Son varios los pasajes donde el protagonista narra que disfruta viendo TV abierta de 1999 o VHS piratas, tal como yo, disfrutando de Pokémon, Evangelion, El gato cósmico, etc., porque de una u otra forma es un escape a lo que se vivía fuera de su cuarto (o el cuarto de algún vecino que nos dejaba ver un rato TV con ellos). Claro, siempre que no cortasen la luz de la toma porque al parecer, la escoria más enajenada de una sociedad en vías de crecimiento, son los habitantes que no tienen más alternativa que tomar prestado un terreno, levantar una humilde morada que tapa con un par de zinc para tener un resguardo sobre sus cabezas.
Así introduzco los pesares que se narran en este libro, dos niños con su ‘mami’ se ven obligados a trasladarse a un campamento porque no tienen los medios para mantener el techo oficial que los albergaban por varias circunstancias ajenas a ellos. Los padres de los niños son entes ausentes, la ‘mami’ que ellos nombran, en realidad es su abuela, la madre real se fugó olvidando sus responsabilidades y su padre, simplemente ignoró su existencia. La vida en el campamento es dura, sin agua potable ni luz, a izquierda un basural y a la derecha las ‘casas de bien’, siempre al filo del desalojo con pacos y el show paupérrimo de los matinales al acecho. Los accidentes son frecuentes, la violencia doméstica es lo más natural, la vejez indigna de su abuela es lastimera, el evidente trauma del hermano menor del protagonista que lo excluye del colegio y no lo deja encajar en el sistema que estos tienen, porque claro, son niños ‘especiales’ que deben sí o sí aceptar al resto, pero el resto, simplemente repudia su existencia. Es tragicómico cómo estas circunstancias vuelven más y más estoico al protagonista, aferrándose a ese concepto de ‘hombre de familia’ que tan injustamente recae en sus hombros sin siquiera tener otra alternativa.
Pudiera seguir exponiendo aquí la infinidad de temas que toca el autor que son tan reales como las que escribía Nicomedes Guzmán hace un par de años, pero ahora desde una mirada mucho más simplificada. Seguimos viviendo bajo el yugo de una sociedad que margina y golpea fuerte a quienes no pueden seguir su ritmo vertiginoso, y como siempre, los que no cumplen con las expectativas del sistema se vuelven áspero, como el ‘Rusio’ de esta historia.
Iluminación artificial (Provincianos, 2021), de Cristofer Vargas Cayul
Por Javiera Lecaros.
¿Nunca les ha pasado que escuchan, piensan o ven algo, luego ese algo, de alguna u otra forma, se presenta ante ti una y otra vez? ¿O bien, comienzan a leer un libro y el mes en el que transcurre la historia es precisamente el mes en el que estás leyéndola?
Las emociones no están sujetas únicamente a lo que podemos experimentar por nosotros mismos. Muchas veces están acompañadas o gatilladas por experiencias externas. En mi caso, las imágenes y las letras tienen especial influencia, y son tanto más positivas que las que yo misma pudiera evocar por mi propia emocionalidad.
Algo así me pasó con el libro La sangre de los inocentes (2007), de Julia Navarro, recomendación con mucho entusiasmo de la última chica que me tatuó. Siempre he pensado: si alguien te obsequia una recomendación con tal intensidad, lo mínimo que moralmente debo hacer, es tomarla y vivirla como experiencia propia. Recuerdo que la semana que cumplí años sucedieron dos cosas, la primera fue recibir el libro y, la segunda, fue escuchar cómo el conflicto en Gaza cobraba nuevas víctimas.. Desde Chile e ignorante del fondo, no presté mucha más atención, lo curioso es que no contaba con que este hecho fuese relevante un par de días más adelante.. Pues bien, tomé el libro y comencé una nueva aventura pandémica. No negaré que sólo logré involucrarme después de leer las primeras 100 páginas hasta llegar a la segunda parte, el «holocausto». Sin duda fue bastante intenso moverme por esos pasajes, tratar de estar en esa situación es desgarrador. Pero no quiero hablar de empatía porque es algo que humanamente hablando no podría soportar. Es probable que la historia la hayamos visto en distintos escenarios, en distintas etapas, pero poner a un par de personas en ese contexto creo que sigue impactando tanto como la primera vez.
Y así fue, del impacto emocional de la segunda parte salté a la tercera, donde el conflicto de Gaza entra en escena y se entrecruza con mi presente. La tercera parte cuenta la historia de la organización de un atentado múltiple organizado por “El Círculo”, una agrupación de extremistas palestinos musulmanes, contra occidente y contra el Estado de Israel. Las tres partes del libro tienen en común, además de la sangre de los inocentes, derramada por el fanatismo y el extremismo político-religioso, los contrastes en las vivencias más comunes. Nos muestra los matices que se encuentran entre el blanco y el negro absoluto, porque no solo de opiniones opuestas hemos avanzado, también estamos los que nos quedamos al medio del fuego. ¿Qué pasa con los que solo tenemos opinión y no la fuerza para poder ser partícipes de las acciones?
Hablando de los vaivenes de emociones que se expresan en las letras y en las imágenes, quiero vincular el libro de Julia Navarro con la obra de teatro titulada coincidentemente «El Círculo», que me tocó ver de manera virtual justo en el instante que estaba por terminar el libro. Imagino que se logra intuir la temática de la obra, no obstante, me gustaría ahondar algo sobre lo que vi. En la obra estaban tres judíos y tres palestinos hablando de las diferencias y las similitudes, pero como en toda disidencia, se reforzaban más las diferencias negativas y se minimizaban las similitudes que podrían dar fin a tan terrible conflicto. Lo curioso fue que estos seis personajes además de vivir la latencia de sus antepasados eran todos chilenos y, ¡qué más contradictorio que ser chileno! No era un gran escenario, alrededor de una mesa, los personajes intentaban montar una obra de teatro sobre la relación entre ambas etnias, sacando irónicamente detalles de las vivencias pasadas, presentes y, sobre todo, ajenas a ellos aquí en Chile y allá, en Palestina e Israel.
Del conflicto en sí me falta muchísimo para poder entender los trasfondos y los detalles por los que años y años estas dos civilizaciones han discutido, no obstante, de la experiencia que rescato al haber leído esta ficción y luego de ver el montaje, es que la historia es cíclica: hace muchos años unos cuantos fueron desterrados. Años más tarde, éstos reclamaron lo que les fue arrebatado. Me explico, lo que está pasando ahora en medio oriente ha pasado antes, volverá a pasar y seguirá pasando, porque los extremos al parecer mueven la historia. Solo que muy pocas veces podemos darle voz y opinión a aquellos que viven en los matices de lo que es blanco y lo que es negro.
[POEMA] Hélice
Dar vueltas una y otra vez y volver siempre al mismo lugar. Dar vueltas y no saber qué hacer. Tomar decisiones sin sentido dentro de un espiral infinito. El mundo gira en dirección opuesta. Los opuestos nunca se atraen. Quien diga lo contrario está mintiendo. Y quien miente dice la verdad. Engañamos para mostrar lo que realmente somos. Estudiamos para no saber nada. La ignorancia nos acompaña toda la vida. Aprendemos a quererla con el tiempo. Para no vomitar cuando giramos. Para creer que cada vuelta es distinta. Autor: Enrique Jorquera Santiago, Chile (2021)
¡Qué fue de mis sueños! Los he dejado en mi almohada, lacerando mis mañanas. Han calado el tejido de la noche. A veces me persiguen mientras camino, mientras atravieso el umbral de tantos años dilapidados. Siento la silente fatiga del fracaso, la respiro mientras dejo correr el agua, mientras me lavo y enjabono mis ganas. Quisiera emborracharme de optimismo, elevarme sobre una horrible cuenca metropolitana, y gritar a voz en cuello que no he sido derrotado, que sobrevivo porque tengo fuego, porque tengo una sed pírrica. Pero soy apabullado por miradas femeninas en el metro, cuyo garbo ignoran sus parejas. Alienados, insípidos, palurdos. Entonces no queda más que una u otra sonrisa, aunque sólo sea la mía, en el reflejo del vagón. Autor: Miguel Vásquez Santiago, Chile (2018)
Esta vez vi un espejismo, se asomaba por las grietas que dejaste estando quieta, como un néctar de lo mismo. Vi cristal pero era abismo, deliciosas las caídas que conducen a salidas, aún me pierdo en ilusiones parecidas a pasiones: como un punto de partida. Brillan mudas tenues luces, son luciérnagas que caen desde el cielo hasta que arden, dejan huellas que son cruces. Esos fueron los perfumes amorosos y siniestros que volaron como espectros desde el fondo los veía: hay faroles que nos guían a las trampas del sendero. Otra vez vi un entresueño: bien clavadas las astillas en el cuerpo aparecían, ya no soy mi propio dueño. En mi herida tu destello de aire puro y noche larga, aunque las que me desgarran son las voces que a la noche me despiertan con tu nombre, como astillas que se clavan. Autor: Joaquín Kopplin Buenos Aires, Argentina (2021)