[CUENTO] EL SACO

El agua está fría, mi piel la puedo sentir ardiendo, una quemadura que se va devorando algo más que las primeras capas de piel.

Todo es agua, lo puedo sentir, la corriente y el oleaje ahora solo son un recuerdo, aquí todo es agua y profundidad, cada vez más profundo. La presión en mi pecho me avisa que nos hundimos.

Mis ojos están cerrados, aun no se resignan a nuestro destino, al destino de la piel, de mis labios, de mis cabellos, de mis dedos, de mis pulmones, de esa niña que jugaba alguna vez, de esa mujer que corría para alcanzar algo que ya es imposible.

Mis pulmones saben la verdad, ellos también se están inundando, gritan desesperados, pero nadie escuchará, se están hundiendo igual que todo en mí. Mis manos intentan sujetarse de un salvavidas inexistente, intentan nadar, pero es inútil. Mi corazón en una taquicardia intenta despertar un instinto en mí. Pero mis pensamientos solo tienen una línea de pensamiento. Una línea que se hunde hasta el final del mar, una línea medida en tiempo y profundidad. Esa línea que el destino dibujó para mí tiene nombre y el peso necesario para llevarme hasta el final.

Mi destino jala de mis pies, mi destino tiene nombre, tiene un volumen, tiene la masa necesaria para hacer inútil los intentos de ascender. Estoy destinada a hundirme. Me pregunto si alguien me buscará, no lo creo, pero me gustaría pensar que alguien, por alguna razón que desconozco, me buscará en el lugar equivocado, para poder tranquilizar una emoción que no termino de definir.

Mis pies inmóviles saben su destino, ellos están resignados. Ellos tienen una verdad que los jala al fondo del mar. Una cuerda suficientemente firme y un nudo bien hecho, un nudo hecho para cumplir sus propósitos: no dejarme ir.

Un nudo preparado para hundir a esa mujer de tacones, un paso rápido y abrigo rojo, esa mujer busca llamar la atención, quiere ser vista, quiere se anhelada, pero no sabe que ese deseo la llevará al fondo de sus más hondos pensamientos.

Mis ojos no resignan, ellos tienen la fe necesaria para crear un mundo nuevo en el que no nos ahogamos. Solo para ser felices alguna vez.  Sus labios empiezan a formar un “No” que no acaba, ni terminará. Me preguntó cómo se pudrirá mi cadáver bajo tanto musgo. Alguien notará que me maquillé y me puse ese labial que hace ver mis labios gruesos y llenos de deseo. Pero eso no tiene sentido nadie me encontrará porque nadie me buscará.

La profundidad es suficiente para ocultar los pasos sobre la vida de aquellos que buscamos dejar huellas sobre la arena, esta es la primera marea de la tarde ocultando mi historia sobre la playa. Soy efímera.

Mis ojos se mantienen cerrados, tengo miedo, por primera vez, de abrirlos y confirmar la resignación y la pérdida de mi última esperanza: esto podría ser un sueño. Podría solo necesitar despertar.

Pero queda poco tiempo, tan poco tiempo, el tiempo ese que fija mi final. Debo ver por última vez, pero ¿qué voy a ver? ¿qué necesito ver?, lo que vea valdrá más que mi última esperanza. Al abrir mis ojos dejaré escapar el último mal de la caja de pandora, o tal vez lo último que me pertenecerá en esta vida.

Pero de pronto mis ojos ya no sienten la necesidad de permanecer cerrados, ellos solo quieren ver algo por última vez… Siento pena por ellos, sé que ya no hay luz, la profundidad nos ha traído a un lugar muy obscuro. Lo siento…

Mis párpados se abren lentamente y ahí está observándome: la obscuridad me observa: no solo mi expresión, ella puede ver quien solía ser, ve mis anhelos y se los lleva, pero siento que se lleva algo más.

La cuerda hiere mi piel, incluso con las quemaduras del frío, puedo sentir la piel de mis tobillos desgarrándose. El destino ha tocado fondo y ya no me queda vida.

Un parpadeo rápido, un segundo para volver, un tercero para vivir, un cuarto para llenar los pulmones de aire. Y me digo una y otra vez “solo fue una pesadilla”. De tanto decirlo empiezo a creerme esa mentira. Las siguientes caídas de la noche vuelven anhelantes de volver a ese dulce sueño.

Autora: Carla Araneda Condeza

Chile, 2021

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