En relación a los últimos hechos acaecidos en nuestro país y conocidos por todos, el caso del productor de televisión Jaime Román, el creador de Barrabases Guido Vallejos y tantos otros que han abusado de menores de edad con increíble descaro y naturalidad y en la más absoluta impunidad. Y digo impunidad porque ya hemos visto como funciona la “justicia” en Chile. Si ya liberaron al cura «Tato», no me sorprendería que estos nuevos acusados sean condenados a ser protegidos en la cárcel durante un tiempo, mientras la gente olvida el caso.
Sin embargo como sociedad ¿Qué estamos haciendo? ¿Estamos haciendo algo para detener estos abusos o estamos facilitando el actuar de estos profesores, religiosos, ancianos, padres, madres, etc.? Probablemente todos nos sentimos con el derecho de desearles las penas del infierno a estas personas. Inflamos el pecho lleno de odio para proferir cuanta maldición sobre estos tipos y nos sentimos parte del dolor de las víctimas. Sin embargo, dentro de esta vorágine noticiosa del último tiempo, pareciera que sólo importa que los abusadores son personas con cargos “importantes” y no el abuso propiamente tal, quedando simplemente en eso. Un país entero buscando la “justicia” a través de años de cárcel, y luego nos olvidamos del problema hasta que otro caso aparece en la luz pública, y si tiene relación con algún tipo “famosillo” cuanto mejor. Pero realmente ¿Estamos como sociedad haciendo algo para terminar o frenar tales delitos?
Me preocupa que sólo busquemos castigo y no se haga nada para evitar estos abusos. Más preocupante aún es la sociedad que estamos construyendo, la sociedad en la que hoy viven los niños. Una sociedad en donde se ha perdido todo tipo de respeto al prójimo, donde la inocencia parece ser algo del pasado. Queremos una sociedad libre de pedófilos y lo único que hacemos es gatillar y exacerbar el nivel de erotismo, con programas como Yingo, Calle 7, repletos de pechugas y traseros bamboleándose a ritmos sexuales a cualquier hora en la tele. Con realitys -que de realidad no tienen nada- donde lo único que se hace es mostrar carne para cautivar al cada vez más excitado público. Permitimos que los “líderes” o “ídolos” de nuestros hijos sean adolecentes que visten diminutos trajes que no dejan nada a la imaginación y que sólo rinden culto al cuerpo.
Hoy en día a nadie le sorprende ver a niñas de 12 años o menos, vestidas como cabareteras, pintadas de manera provocativa, hablando de manera vulgar y que sólo les importa sentirse deseadas por quienes las miran. ¿Les parece exagerado? Fíjense en cualquier mall capitalino. Niñas que aprovechando su temprano desarrollo corporal, lucen sendos escotes que resaltan aún más la figura, usando traslúcidos y apretadísimos pantalones que no sólo remarcan, sino que también hacen notar que el pañal fue remplazado por un diminuto colaless, y todo esto porque ven que se puede llegar a la tele o al éxito con muy poca ropa. ¿Cómo un papá puede permitir semejante atrocidad? ¿Cómo una mamá puede sentirse orgullosa de que su hija vista de tal manera? Les tiñen el pelo, las pintan como mujeres de la noche, las lucen como si fueran un trozo de carne a la venta… pero después reclamamos porque un tipo las miró con otros ojos.
Nos gusta exigir justicia y castigo, pero no aceptamos que, de alguna o u otra manera, todos somos cómplices de este tipo de atrocidades. Permitimos que nuestros niños dejen de serlo a muy temprana edad, los premiamos cuando se comportan como grandes y los castigamos cuando actúan como niños, vulnerando su inocencia. Es cierto que este tipo de abuso no tiene justificación alguna y deben ser castigados con el máximo “rigor” de la ley -que hoy protege a los abusadores- pero por favor, tampoco fomentemos ni aprobemos este tipo de conductas y situaciones. Si vamos a dejar a nuestros niños mirando la televisión para que no nos molesten, tratemos que no sea un programa que sólo rinde culto al cuerpo, donde enseña a no saber nada. Donde sólo lo exterior importa y que solo fomenta la estupidez.
Todos somos responsables de lo que ocurre y debemos hacer algo al respecto. Porque ya sabemos que la culpa, no es del chancho.