Un más allá indescifrable, que lleva el mito al filo de la credibilidad. La misma gente lo utiliza para encubrir historias del pasado, llenando de silencios y penurias. La naturaleza observa y husmea de manera ausente, pero algo parece haber dentro de ella. En los confines submarinos, yacen mayores interrogantes que se acumulan, dándole a la isla de Chiloé y sus alrededores, un carácter fantástico pero a la vez, misteriosa y con cuota de miedo y respeto.
En los confines submarinos, se conforma un animal mitológico, comenzando a introducirnos en el carácter fantástico de la isla pero muchas veces misterioso y generador de miedo. El agua sobrepasa sus pies, siendo el oleaje una constante en su caminar por la orilla. Jaime aísla sus oídos con dos conchas marinas, llenándose de sonido del mar. Mientras, Chongo corre a buscar la vara y retorna, como un acto automático y de satisfacción.
Algo los observa de forma precavida y misteriosa… nos dice que no están solos. Aún sin saberlo, Jaime no cree en los mitos que ronda la isla, sólo desea salir de ella y conocer Chile, sobretodo Valparaíso. Las nubes, densas y espesas, dejaban ver pocas partes del cielo, dejando a entrever su importancia. Dentro de una familia disfuncional, con una madre reprimida y un abuelo duro, Jaime encontraba apoyo en la escritura, más precisamente en la poesía.
A sus catorce años, desarrollaba un excelente manejo del léxico y su intencionalidad, pero su timidez y mundo interior hacían que no compartiera sus escritos. Con su amigo Carlos navegaban y desarrollaba la pesca, aunque él nunca quisiese ayudar a su abuelo, quien constantemente estaba reprimiéndolo y forzándolo a sumergirse en la pesca. Violeta, compañera de Jaime, lo busca con la mirada cuando él queda suspendido por copiar algo que realmente escribió.
Valparaíso es el destino. Su ausente padre reside allá. El misterio cada vez se va destapando. Su deslenguado abuelo se refiere a él como un cobarde que se tiró de un barranco. Alejo, el hombre con más poder en la isla, también le cuenta a Jaime otra versión de la muerte de su padre. Su cabeza baraja opciones, verdades y mentiras… pero El Trauco ronda sus sueños e incluso se hace presente mediante la credibilidad y validez que entrega Violeta con su discurso. Un hombre pequeño que embruja a sus víctimas. Gente de agua como lo refieren los Huilliches.
Aunque adolescente, es increíble la entereza con que maneja las emociones. Frente a un tema tan importante como la paternidad ausente y el asomo de la realidad tan esperada, hacen que Jaime se acerque a una parte de la historia que poco cree y valida. La machi Moria, tan incisiva como directa y dura, le cuenta la verdad. “La vida es mentira cabro huevón, lo que importa son los afectos”. Jaime sale raudo de la casa, dejando al interior a Violeta, quien también sufre de paternidad ausente, por eso ambos se encuentran en la disyuntiva de si serán o no hijos de El Trauco.
Como una búsqueda exhaustiva con el fin de revelar la verdad a toda costa, logran toparse a lo lejos con El Trauco; hombrecillo de no más de un metro y medio de estatura que se interna en el bosque. Es aquí cuando la mitología comienza a tener carácter de verdad, pensando incluso en La Pincoya y su atracción a la playa hacia las personas. Este mutuo interés familiar, hace que la conversa lleve a la atracción natural de adolescente, expectantes de nuevas sensaciones.
“Soy el cóndor del sol, porque hablar de poesía, todas mis palabras tienen respuesta. Un lobo de mar, domador de tormenta” Antimán (seudónimo inspirado en Ramiro Antimán, huilliche padre de Jaime).
El paradero del Trauco es revelado, encontrando al hombrecillo que finalmente responde a Pedro, hermano bastardo de Alejo, dándose cuenta que el Trauco no es él pero que por sus propias palabras, existe y es real.
Primera película escrita y dirigida por Alan Fischer, norteamericano radicado hace un buen tiempo en Chile. El film es protagonizada por los quinceañeros, Xabier Usabiaga e Ignacia Tellez y pertenece a la Competencia Cine Chileno en Sanfic 9.