Leímos el nuevo libro de Diego Zúñiga. Racimo. Lanzado durante la pasada FILSA 2014, cuenta la historia de un fotógrafo que se vincula casualmente, con la desapariciones de menores en Alto Hospicio. Un argumento que a medida que avanzan las páginas, se vuelve más intrigante y adictivo.
Por Mauricio Aravena Z.
Racimo. Ese es el título de la segunda novela de Diego Zúñiga. Y también, es el nombre que recibe el conjunto de uvas que cuelgan de un parrón. O como llamamos a un grupo de cosas menudas: bombas, fotografías. Niñas. Relato sobre un racimo de menores desaparecidas. Escolares que no regresaron a su hogar. Una macabra historia de familias destruidas.
El libro, es la versión del joven escritor y periodista chileno sobre el famoso “Caso de Alto Hospicio”, ocurrido el 2001. Pero a diferencia de la mediática crónica policial, la novela no narra la vida de un psicópata y su demente actuar. Por el contrario, es un metódico reporteo sobre los hechos. Utilizado en la construcción, de una intrigante historia de ficción. La de Torres Leiva, fotógrafo y santiaguino errante, que se detiene al ver a una escolar, a un costado de la carretera. La menor inconsciente y sangrando por su entrepierna, es socorrida. Junto a García, periodista del diario La Estrella, deciden trasladarla rápidamente al hospital de Iquique.
Ximena entra en coma y disminuyen así, la esperanzas de saber quién fue el maldito. Todo el día y durante todos los días, la acompañará en el hospital incondicionalmente su abuela. Rezando para que la niña despierte, se recupere y cuente, cuente qué le pasó, por qué un día que no llegó más a la casa. Dónde estaba, si la buscaron tanto. Y sobre todo, saber quién le hizo tanto daño.
A cargo del caso queda Ana Figueroa, Policía de Investigaciones. Con quien Torres Leiva establece una cercana relación: Él se convierte en un testigo clave. Pero también está siendo testigo de su propia experiencia. Detrás de una cámara, en una ciudad que le recuerda a su madre. Se alejó de Santiago y de su hijo Matías. En algún momento tuvo una familia, junto a Lucía y la Antonia. Pero eso fue antes, ahora se busca la vida. O simula tenerla, en una ciudad amenazada por el mar pero también, por el constante silencio del desierto.
Valiente, entretenida pero por sobre todo, muy bien escrita. La novela, la segunda de Diego Zúñiga, es en su totalidad una verdadera bomba de racimo. Está llena de elementos que independientes son menos efectivos, pero que terminan por explotar en conjunto. Daño que sólo las palabras son capaces de provocar. Y en este caso, de una elegante manera.