Por Lorena Arana
Cómo me encanta comer espagueti con atún; algo tan simple y a la mano, igual que Dulcinea sentada a mi lado, velando; tan simple como sus ojos oscuros, penetrantes, como los de una persona. “Gorda, los perros no comen pescado”, le hablo porque estoy segura de que, en una forma superior, me entiende. Profunda su mirada. Asimismo, el océano en que nada el atún, inocente, que no le debe al mundo; que también tiene ojos y me contempla desde Google, asustado por el hombre que le toma fotos, por su destino que lo ha traído directo a mi plato. Tristes ojos, cual los de mi amada cuando quiere dar un paseo. No soporto acercarme a la vitrina de mariscos en el supermercado y saboreo el atún con gusto, despiadada; ignorando la mirada que pide ayuda.
El hombre es cruel en los mataderos, cuelga a los cerdos vivos, aglomera pollos, marca a las reses y a mí no me da para ser vegana, ni vegetariana. Sigo sentada en el comedor, masticando, indolente, invadida por aquel aroma que se aloja justo en la conciencia; concentrada con algún video en el mismo celular que me muestra al atún en el mar, tranquilo, condenado. Me voltea a ver la vaca que viaja, en un camión, directo a su muerte; a la que jamás acariciaría como hacen los verdaderos animalistas. Yo solo abrazo a los perros. Soy un remedo, otra esclava del sistema, de la inercia, de la supuesta naturaleza humana.
Porque, si lo hago, me condeno al recuerdo de su piel, de sus orejas delgadas, a las manchas en el pelaje. Y, tal vez, si acaricio después a la Dulci, despacio, también la toque a ella y a todos los animales que me he comido Y, a la vez, me como a cada perro que he querido; mientras devoro este bendito atún, el que me roza bajo el agua. Quizá, muchos al tiempo y yo fascinada. Me encanta la gelatina de pata. Cómo me atrevo. En tanto, critico las corridas. Consumo morcilla y estoy en contra de los criaderos de perros de raza. No me alcanza la vida para pedir perdón. Tampoco mato a una sola abeja. “Para mí, salmón, patacón y arroz con coco, por favor”. Ojalá todos los caballos fueran salvajes.
El ceviche en la playa, qué delicia. Le imploro a mi hermano que le permita vivir a la araña que acaba de sacar de la ducha. Él me mira burlón y yo lo juzgo. Mi comida favorita es la hamburguesa. Me observa el toro, los caracoles que probé en España, el pato; los del Lago de la Babilla; el cochinillo, los guatines de por mi casa. Que nadie se meta con ellos. La Dulci… Ni siquiera me fijo en los productos testeados en animales. Esta mañana desayuné huevo y no me atrevería a pellizcar a un cachorro. Solo atiendo un stand de vez en cuando y publico fotos de mascotas en adopción. Mejor cierro los ojos. Termino el espagueti con un taco en la garganta, pero lo termino; traicionando a los gatos de la fundación donde hago voluntariado. Una animalista de pacotilla, eso soy. Y es todo.
