Los autos clásicos, esos que tantos recuerdos y emociones nos manifiestan, debiesen tener un estatus de intocables (o como en Europa donde tienen un permiso de auto histórico) ya que rescatan la historia vehicular. Y cómo fueron evolucionando en nuestro país. Cómo crecieron las familias. Cómo gracias a ellos pudimos ir a veranear cuando éramos niños donde, hasta 6 o 7 personas entraban en el auto.
Sus formas, estilos y diseños representan la cultura de cada país, el sentimiento de confortabilidad que cada marca quiso manifestar. ¿Quién no se da vuelta a mirar una Burrita, un Escarabajo, un Huevito, un Mini o cualquier auto clásico cuando circula en la calle?
Es increíble como sobresalen entre todos los autos que son cada vez más similares en sus modelos (es sólo tomar el caso de la inserción de los autos chinos que replican modelos). Si pensamos en la congestión vehicular y el gran problema que cada invierno tenemos por la contaminación, hay que sólo pensar matemáticamente y darse cuenta de lo ridícula que es la restricción vehicular.
Ésta se ocupa de limitar a los autos previos al año 92 de su circulación, siendo que son un parque automotriz no superior a los 160 mil autos. Exactamente, 160 mil autos de más de 1 millón 500 mil vehículos en circulación, entonces, ¿qué más hay que mencionar para que las calles de Santiago se descongestionen?
Este es un tema netamente de que las autoridades no quieren, ya que si existiese la misma normativa de restricción para autos catalíticos (2 dígitos por día y a veces 4 si la condición del aire es pésima), la descongestión seria notoria y evidente.
Con esto, la ciudad podría respirar mejorar, llenarse de ciclistas y autos clásicos o antiguos, entregando una visión más estética, descongestionada y en donde las personas puedan desplazarse por las calles sin tanto estrés por atochamientos, donde el manejar y circular en automóvil sea un placer y no un «cacho».
Imagínense un Santiago más descongestionado, en donde se puedan intercalar los autos grises, opacos o blancos con los autos clásicos, retomando la estética, el color, la vivacidad y las distintas formas que le aportan; más el plus de ciclo vías en la mayoría de las avenidas.
Creo que esta medida tendría una mayor influencia, sobre todo, en el estado de ánimo de cada persona. El saber que camino al trabajo, universidad, colegio o cualquier lugar al que se vaya, ya no existirá ese tiempo muerto ineficiente en el que se puede tender a descontrolarse, perder la paciencia, enrabiarse, etc., crearía una predisposición de las personas al salir en las mañanas con una actitud positiva.
Para que este cambio futuro -esperando que pueda surtir efecto- se logre; ya existen asociaciones que velan por una descongestión y más encima una vida sana. Agrupaciones como Arriba’e la Chancha o el Movimiento Furiosos Ciclistas, proponen un Santiago con menos estrés, aprovechar la vida al aire libre y realizar deporte mientras uno se desplaza para llegar al trabajo, la casa o un lugar de esparcimiento.
Pero para que exista un mayor número de bicicletas en las calles, se necesitaría un cambio cultural en donde exista un mayor respeto por la circulación de los ciclistas, semáforos en que se les contemple, ciclo vías interconectadas por toda la urbe, etc.
Pero el cambio va en atreverse a realizarlo, así que, retome su joyita, salga a pedalear y contribuya a descongestionar Santiago. Si todos aportamos, el cambio es cada vez más real.