Momentos en el mes de la patria

Por Cristian van Kerkhoff.

Carne, vino y cueca el 11, el 18 y el 19. Tradiciones, fechas y hechos inevitables en las fiestas patrias que año a año son esperadas con más ansias que el mismo cumpleaños, la navidad o el año nuevo. ¿Será un mes de receso de manifestaciones sociales y en la conciencia en el cuidado personal o será una oportunidad para que el gobierno se libre de críticas por un mes?

Es el mes más esperado y el que más rápido se va. En que retomamos la conciencia ciudadana de cuidarnos al volante, de no consumir en exceso, de las calorías, las picadas y el mejor parrillero. Tanto el viernes 14 como el sábado 15, las autopistas y avenidas estaban más concurridas que nunca, todos deseaban pasar por encima del otro para llegar al mismo destino: el lugar de vacaciones.

Por diversas razones y, contrario a la mayoría, tuve la suerte de presenciar y utilizar las calles de Santiago. En donde avenidas como Diagonal Oriente, Vespucio o la ruta 68 experimentaban atochamientos similares a los de películas apocalípticas hollywoodenses, donde el estancamiento, el casi nulo avance o las bocinas arrítmicas, entregaban un panorama poco alentador para quien anhelaba y ansiaba tanto la salida de la capital para las fiestas patrias.

Más temprano esa misma semana, tuvimos un «11» que el inconsciente colectivo y los medios masivos no harán olvidar. No sé si el gobierno quería desviar la atención de esta tradicional y rememorativa fecha con un partido de fútbol eliminatorio (donde los días anteriores los bloques deportivos eran más extensos de lo normal). Tampoco sé si se quería desviar la atención con el fallecimiento de uno de nuestros últimos íconos relacionados al mundo del deporte, Don Sergio Livingstone.

Desde el 2007 que la sociedad no sufría la baja de un carabinero en protestas (ahora el cabo Martínez y anteriormente el cabo Vera, dos mártires que el recuerdo no olvidará) y que también hace cinco años que no teníamos un feriado por fiestas patrias en que existieran casi 10 días libres. Del partido eliminatorio, más que internalizarnos en el fútbol, creo que hay que hacer referencia a un problema constante en nuestra cultura: la improvisación y el bajo autocontrol.

La improvisación de la zaga central nos costó el partido, en donde «probar» a estas a alturas y con rivales de categoría, siempre es una mala decisión. Y qué decir del nulo autocontrol de Medel, que casi con 60 minutos restantes de partido, dejó al equipo luchando con uno menos. Estos dos problemas se pueden incluso vincular en la poca paciencia de los automovilistas o la poca planificación y gestión para controlar los atochamientos en las salidas de santiago de parte del ministerio de transporte (no es ni novedad ni algo espontáneo que casi 300.000 vehículos saldrían de la capital para las fiestas patrias).

Otro manifiesto que minimiza nuestra cultura fue el abucheo al himno de Colombia, del cual si Don Sergio Livingstone hubiese estado vivo, creo que habría sido en contra de este acto inculto y de mal gusto. Un caballero como él siempre tuvo objetividad y alturas de mira para las diversas circunstancias, tanto deportivas como sociales, por ende, espero que su legado y su visión se impregnen como un modelo a seguir en las nuevas generaciones de deportistas y comunicadores.

Lo más sensible es y seguirá siendo los conflictos sociales que involucra un 11 de septiembre, donde (a priori) es necesario otro cambio generacional para que esta fecha sea sólo de congojo para las familias que perdieron seres queridos en la dictadura,  actos rememorativos o manifestaciones pacíficas por el centro de Santiago. Creo e incluso lo comenté días antes que, dado las diversas manifestaciones escolares y universitarias de este año, el 11 sería una fecha y un punto de inflexión, el cual no pasaría desapercibido ni menos aminoraría lo que año tras año genera en la sociedad.

Con el lamentable fallecimiento del cabo Martínez, creo que se abre un proceso de reflexión e introspección en cuanto a considerar esta fecha y los diversos manifiestos y actos que repercuten en ella. Personalmente creo en poder perdonar y a la vez no olvidar lo sucedido, ya que recuerdos y emociones no desaparecen del instinto humano pero que a la vez nos entrega el aprendizaje para decir «nunca más», sentenciando así esta situación para que no vuelva a suceder.

Un acto de esta magnitud, demostrará el crecimiento de nuestra sociedad chilena.

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