Guillermo Soriano

La atmósfera intrincada de «Alguien»: una inmersión en la obra de Robert Pinget

Por Guillermo Soriano

«Alguien» del autor francés Robert Pinget no es una novela convencional. Publicada originalmente en 1965, la obra desmantela la estructura narrativa lineal para entrelazar fragmentos de recuerdos, diálogos truncados y observaciones. El libro, ambientado en un pueblo no especificado, sigue a su protagonista, conocido simplemente como «él», en su intento por recordar y narrar la historia de Tobías, un hombre que podría haber muerto o tal vez no. Este enfoque desestructurado refleja la fragilidad y la falibilidad de la memoria humana, donde los recuerdos se entremezclan y a menudo se contradicen entre sí.

La genialidad de Pinget radica en su habilidad para convertir el acto de recordar en una experiencia casi tangible para el lector. El flujo de conciencia, un elemento característico de su estilo, nos lleva a través de un laberinto de pensamientos y percepciones. Como lector, uno se encuentra constantemente reevaluando lo que sabe, enfrentándose a la incertidumbre y la ambigüedad. Esta técnica, si bien puede ser desconcertante, es profundamente inmersiva y representa una invitación a participar activamente en la construcción de la narrativa.

La exploración de la identidad es otro tema central en «Alguien». La búsqueda del protagonista por entender quién es Tobías se convierte en un reflejo de su propia búsqueda de identidad. En este sentido, Pinget nos presenta una reflexión sobre cómo nuestras percepciones de los demás están intrínsecamente ligadas a nuestra propia comprensión del yo. El libro, en su esencia, se convierte en un estudio sobre cómo narramos nuestras vidas y las vidas de aquellos que nos rodean.

Pinget juega con el lenguaje, torciéndolo y estirándolo, lo que resulta en una prosa que es a la vez poética y desconcertante. Este manejo del idioma no solo sirve para fortalecer la atmósfera de incertidumbre y desorientación, sino que también eleva la obra a un plano donde el lenguaje mismo se convierte en un personaje.

Sin embargo, el desafío que «Alguien» representa para el lector no debe subestimarse. La falta de una trama clara y la naturaleza fragmentada del texto pueden ser barreras para aquellos acostumbrados a estructuras narrativas más tradicionales. Aun así, este desafío es también lo que hace que la obra sea tan gratificante. Invita a una lectura lenta y reflexiva, una que requiere y recompensa la paciencia y la atención.

Este libro emerge como una pieza central de la literatura del siglo XX, un trabajo que desafía tanto en su forma como en su contenido y que encapsula la esencia del Nouveau Roman con su rechazo a las formas narrativas convencionales y su énfasis en la exploración del lenguaje y la conciencia. A través de su enfoque fragmentario y su prosa laberíntica, Pinget nos ofrece no solo una historia, sino una experiencia: una inmersión en las profundidades de la memoria y la identidad, donde el acto de leer se convierte en un acto de descubrimiento personal y colectivo.

Autor: Robert Pinget
Editorial: Hueders
Año de publicación: 2013 (original 1965)
Número de páginas: 244
Traducción: Santiago Espinosa

Cruz del Sur: Un tejido poético de Cecilia Vicuña

Por Guillermo Soriano

El compendio lírico y visionario, «Cruz del Sur. Antología» de Cecilia Vicuña, encapsula la esencia poética de una de las voces más originales y comprometidas de la literatura chilena y latinoamericana. Esta obra es una antología, no solo de poemas, sino de momentos, de respiraciones del universo capturadas en el delicado arte de esta poeta, artista y cineasta chilena, cuya voz se alza como un puente que une el pasado con el presente, el mito con el palpitar diario, la protesta con la esperanza.

Desde sus primeras páginas, «Cruz del Sur» se manifiesta como una celebración del universo, la naturaleza, y los vínculos inquebrantables que unen al ser humano con su entorno. La autora, Cecilia Vicuña, se establece no solo como poeta, sino también como una artista integral cuya obra trasciende la palabra escrita, abrazando la visualidad, la performance y la instalación. Esta antología es una cuidadosa selección de su trabajo a lo largo de los años, recogiendo piezas que reflejan su constante evolución y su incansable búsqueda de expresión.

Vegetación

Es imposible conocer con anterioridad el curso de los ríos
el cambio de las estaciones la forestación de una montaña
el alimento de un venado la fortaleza de una reina chichimeca
las fortunas de un pensador
donde quiera que vayas mi yo te ha de convertir en la estrella vaga
de un sol cuidado
no hay puertas sagradas
nadie encumbra miradas de dos filos

el olvido me abanica
a la vuelta de mii locura
la bicicleta como un animal
que me inicia en la poesía
un manto lúcido
piernas risueñas montañas y frutos
cómo deseo llevar a cabo una obra detestable
establecerme a mí misma en lo nunca establecido
convertirme en el humo en la hoja la flor y la semilla
convertirme en el aire en la nada
que digan de mí eres la no
eres pero nunca eres
¿mentirosa? ¿idólatra? ¿bandolera?
nada de esto simple como una llama pajarito de parque
flor silvestre nube cirro nam june paik no puede conmigo
un monstruo dentro de una botella un torrente en una cajita
sudamérica de trencitas y terciopelos
la que está en todas partes y en ninguna
la que nunca quisieron ver los que utilizaban un velo como bandera.

                                                                        marzo 1970

La Cruz del Sur, ese asterismo que ha guiado a los navegantes del hemisferio austral, sirve de metáfora para la navegación que Vicuña nos invita a emprender a través de su obra. Como puntos de luz que se conectan en la vastedad negra, cada poema es una estrella, cada palabra una latitud y longitud en el mapa celeste de su pensamiento. Y es que Vicuña es una cartógrafa de lo efímero, una que marca rutas en el viento y caminos en las olas, capturando en su escritura la esencia de lo que significa estar vivo y ser parte de un todo que es a la vez íntimo y expansivo.

Cada poema de «Cruz del Sur» es una travesía. Navegamos desde «Palabrarmas» donde las palabras son armas y abrazos, hasta «Precario/Precarious» que nos hace equilibrar en el filo de la existencia, conscientes de la fragilidad que compartimos con las formas más tenues de la naturaleza. La poesía de Vicuña es una danza, un movimiento constante que es espejo del constante devenir del mundo, de sus ciclos y sus estaciones, de sus nacimientos y sus declives.

Al abrir esta antología, el lector es invitado a ser parte de una ceremonia, una que celebra la interconexión de todas las cosas y honra la memoria de lo que ha sido perdido. «Cruz del Sur» es también un acto de memoria, un recordatorio de que la poesía no solo es belleza y técnica, sino también memoria y futuro, un acto de fe en el poder de las palabras para cambiar el mundo.

Al contemplar el trabajo de Vicuña en su conjunto, uno no puede sino sentirse pequeño frente a la magnitud de su visión, y a la vez, infinitamente grande, parte de la marea de la humanidad que ella abraza en su canto. En esta obra se ha tejido una galaxia en la palma de nuestras manos, una en la que cada poema es un mundo, cada verso una vida, cada palabra un latido en el corazón del universo.

En la noche del espíritu, cuando buscamos guía en la oscuridad, «Cruz del Sur» se alza como un faro, iluminando con su fulgor poético las aguas a menudo turbias de la existencia. Cecilia Vicuña nos ofrece su obra no solo como un libro, sino como una vela, una brújula, un astrolabio con el cual podemos navegar los mares internos y externos, siempre hacia la esperanza, siempre hacia la luz de la cruz del sur, nuestro sur, el corazón poético del mundo.

Año de publicación: 2020
Número de páginas: 288
Editorial: Lumen

El Sistema del Tacto, de Alejandra Costamagna

Por Guillermo Soriano

«El Sistema del Tacto» de la escritora chilena, Alejandra Costamagna Crivelli (1970), es una novela que se centra en la intimidad de las conexiones humanas y la sensorialidad de las experiencias.

La novela nos presenta a Ania, una mujer que se ve inmersa en un viaje tanto físico como emocional tras la muerte de su tío Agustín, con quien mantenía una relación de profundo cariño y complicidad. A través de cartas y encuentros, se despliega ante el lector una red de relaciones y afectos que construyen un relato introspectivo sobre la familia, la memoria y la soledad.

La autora posee una habilidad singular para capturar la sutileza de las emociones humanas y la riqueza de los lazos familiares. Su prosa es elegante y precisa, cargada de un lirismo que no sacrifica la claridad, lo que permite a la narrativa fluir con naturalidad. El viaje de Ania es también un viaje para el lector, que se sumerge en la complejidad de las dinámicas familiares y los secretos que a menudo las anidan.

Costamagna explora con gran destreza la temática del duelo y cómo la ausencia de un ser querido puede llevar a un replanteamiento de la propia identidad y del lugar que ocupamos en el mundo. La manera en que la autora maneja el tiempo narrativo es también digna de elogio, intercalando los recuerdos y las cartas de Agustín con la experiencia presente de Ania, lo que enriquece la textura de la narración y da cuerpo a la historia de una manera que es tanto conmovedora como evocadora.

«El sistema del tacto» brilla especialmente en su capacidad para invocar los sentidos. Se utilizan descripciones sensoriales que no solo pintan el entorno, sino que también funcionan como vehículo para el desarrollo emocional de los personajes. Hay una atención al detalle que da vida al mundo de Ania y Agustín, haciendo que los paisajes sean casi tangibles y que las experiencias narradas resuenen con una autenticidad palpable.

No obstante, pese a estas fortalezas, hay elementos que pueden no resonar igualmente en todos los lectores. La misma introspección y lentitud con la que se desarrolla la narrativa pueden percibirse como un detrimento del impulso narrativo. Hay momentos en que la historia parece estancarse, lo que puede generar una sensación de inercia que desafía la paciencia del lector, sobre todo para aquellos acostumbrados a una narrativa más ágil y orientada a la acción.

Por otra parte, aunque la construcción de los personajes principales es rica y compleja, algunos personajes secundarios parecen desdibujados o subutilizados dentro de la narrativa. Esto puede dejar ciertas subtramas sintiéndose no del todo exploradas, lo que a veces puede llevar a cuestionar su relevancia dentro del arco general de la historia. La estructura del libro, basada en un collage de textos que incluye cartas y fragmentos de diarios, si bien es innovadora y refrescante, puede también ser desconcertante. Este enfoque fragmentario puede desorientar al lector en su intento de ensamblar una imagen cohesiva del arco narrativo y del desarrollo emocional de los personajes.

La ambigüedad es otra característica que, aunque puede ser atractiva para lectores que disfrutan de la literatura que desafía, también puede dejar un sabor de boca de inconclusión. Costamagna, deliberadamente, deja espacios abiertos y preguntas sin respuesta, lo que puede ser visto tanto como una virtud que invita a la reflexión, como una frustración para aquellos que buscan resoluciones más definidas. La novela se sumerge en la profundidad de las experiencias humanas, en las que el tacto, tanto físico como emocional, sirve como metáfora de las conexiones y desconexiones que vivimos. Costamagna ofrece un relato que es tanto poético como perturbador, un espejo de la fragilidad y la complejidad de nuestras vidas.

La novela de Alejandra Costamagna es, en esencia, una invitación a contemplar la vida desde una perspectiva más reflexiva y sensorial. A través del lente de Ania y la voz de Agustín, se nos invita a considerar las huellas que dejamos en la vida de otros y las que otros dejan en nosotros. A pesar de ciertos aspectos que podrían considerarse falencias desde una óptica más tradicional de narrativa, la obra tiene el potencial de resonar profundamente con aquellos lectores dispuestos a sumergirse en su ritmo meditativo y su exploración de la textura emocional de la existencia humana.

Año de publicación: 2018
Número de páginas: 182
Editorial: Anagrama

Apuntes sobre Nada de Nada, de Hanif Kureishi

Por Guillermo Soriano

Nada de nada (The Nothing), es la octava novela del novelista, autor teatral, guionista y director de cine británico, hijo de inglesa y pakistaní, Hanif Kureishi (1954). El libro se sumerge en los mares de la complejidad humana, abordando el ocaso de la vida con una narrativa que bordea lo claustrofóbico y lo revelador.

El protagonista, Waldo, un cineasta ya en su declive, nos conduce por una espiral de celos y traición que parece desgranar la naturaleza de la confianza y del amor propio al enfrentarse a la traición. La novela brilla en su habilidad para desarrollar personajes que, con una profundidad emocional a menudo perturbadora, parecen levantar el velo de lo que comúnmente se muestra de la vejez y el deseo. Kureishi ha sido siempre un maestro de la observación social y psicológica, y en Waldo, encontramos un prisma a través del cual se refractan temas como la decadencia física y la desesperación ante la pérdida de control en la propia vida.

La forma en que el autor maneja el lenguaje es otra dimensión donde la novela destaca; con una prosa que destila crudeza y poesía en medidas iguales. Es esta economía de lenguaje, afilada y directa, la que permite a los temas de la novela –el envejecimiento, el deseo, la traición– entregarse al lector con una intensidad que es difícil de ignorar. El deseo humano y sus límites son expuestos sin pudor, y la honestidad con que Kureishi aborda estas escenas es tanto una de las mayores fortalezas del libro como una posible fuente de incomodidad para el lector. No hay aquí ternura en la representación del envejecer; en cambio, hay una mirada penetrante y a veces despiadada hacia lo que significa enfrentar los últimos capítulos de la vida.

No obstante, esta misma crudeza y la intensidad que Kureishi imprime a su narrativa pueden ser un arma de doble filo. La novela, en su compromiso con la autenticidad, puede ser poco accesible para aquellos que buscan una lectura más convencional o reconfortante. Los temas y su representación explícita pueden resultar pesados para algunos lectores. Además, la trama en ocasiones parece perderse en su propia oscuridad, y aunque esto puede interpretarse como un reflejo del desorden mental y emocional de Waldo, también puede percibirse como una falta de coherencia narrativa. La historia, en algunos momentos, parece tambalearse bajo el peso de su propio nihilismo.

Los personajes secundarios, aunque cumplen su función dentro de la narrativa, a menudo carecen del mismo nivel de desarrollo que Waldo, lo que puede resultar en una experiencia algo desequilibrada. Aunque esto puede ser intencional para reflejar la percepción sesgada del protagonista, deja un vacío en la construcción del mundo que Kureishi ha creado.

Algunas subtramas parecen iniciar con un potencial intrigante, pero terminan diluyéndose o no encuentran una conclusión satisfactoria. Este aspecto puede dejar al lector con una sensación de inacabado, cuestionando la relevancia de ciertas narrativas secundarias dentro del relato principal.

Nada de nada, es un libro que no se olvida fácilmente. Kureishi nos ofrece una pieza que es al mismo tiempo una representación sin adornos de una realidad que muchos preferirían no explorar, y un análisis agudo y profundo de la condición humana. Su estilo incisivo y evocador ofrece tanto desafíos como recompensas, y aunque puede ser objeto de críticas por su ritmo y resolución de tramas, la potencia de su voz narrativa y la profundidad de su exploración filosófica ofrecen compensaciones más que suficientes. La novela es una meditación sobre la mortalidad y la fragilidad de la vida, un espejo que refleja nuestras propias inseguridades y ansiedades. Es un recordatorio de que, incluso en los últimos actos de nuestra existencia, hay espacio para el drama, la pasión y la reflexión.

Año de publicación: 2018
Número de páginas: 179
Editorial: Anagrama

Entrevista a Pablo Cerda: El paso de la niñez a la adultez

Por Guillermo Soriano.

Actor y últimamente director. Para Pablo no fue un proceso tan dramático el pasar de una disciplina a otra. Lo hubiera sido si fuera profesor de Educación Física, como alguna vez se le pasó por la cabeza, y como lo es Exequiel, el protagonista de su primer largometraje como director, estrenada este año en BAFICI y en SANFIC. Pero según cuenta, nunca tuvo claro a qué se quería dedicar. Intentó probar suerte en Cuba como atleta de alto rendimiento, pero al cabo de tres meses decidió que no era lo suyo. La actuación, definitivamente no estaba en sus planes.

“Nunca me atrajo, llegó de adulto, o sea, a los 20. Me molestaba, lo encontraba innecesario. Por qué yo me iba a aprender un texto, para hacerte creer a ti que es verdad, cuando ambos sabemos que es mentira, es una imbecilidad. Lo encontraba una perdida de tiempo. Me ponía rojo, era muy charcha. De hecho tenía compañeros que eran muy buenos actuando. Yo era el peor digamos. Me iba pésimo, me daba vergüenza.”

Nacido en San Antonio, terminó sus estudios medios en La Serena. Hijo de una profesora y de un trabajador del sector público, nunca tuvo mayores referentes artísticos. Como cualquier joven saliendo del colegio, pasó por un período de confusión sin saber qué estudiar. Incluso recuerda a su hermano pasándole un libro de 1200 páginas con información de carreras universitarias. “Yo creía que ingeniería en alimentos podría ser porque me gustaba comer, o sea, ese nivel. Pero que bueno que creo encontré un rumbo.”

Pero pese a que no tuvo una infancia marcada por el arte ni el teatro, su núcleo familiar acogió con suficiente apoyo la idea de convertirse en actor. La decisión la tomó el año ’99, después de ver una obra de teatro (Art), y tras un período de probar con el deporte, supo que la actuación era lo suyo. “Gracias a mis papás soy lo que soy. El que no se hayan espantado, que no les haya parecido ridículo, porque yo no tenía ningún referente de actor en mi familia. Sin bien es cierto, todos cantan y que se yo, pueden tener como unión familiar la música, entonces no parecer bicho raro y abrirme las puertas a lo que quisiera, eso a mi me llenó de satisfacción.”

Formación como actor.

Fue entonces cuando ingresó a la escuela de teatro de Fernando González. Lugar de donde han salido actores como Aline Kuppenheim y Luis Gnecco. “Me costó mucho porque era muy difícil quedar en ese entonces, y hasta mi generación era una escuela prestigiosa. Y luego ya la cosa empezó a decaer a mi modo de ver. Era súper difícil entrar, una semana de competiciones, de unas doscientas personas quedaban doce. Y me gustaba, me gustó ese rigor. Yo siempre he sido bien riguroso en mi vida. Y obsesivo también.”

Ahí se reencontró con algunos de sus compañeros de La Serena. Los que justamente compartieron escenario con él, y que según cuenta, eran mucho mejor actores. “Entre que me dio miedo pero igual me gustó. Y me trataron súper mal. Ellos me hicieron bullying a mí; “qué estay haciendo acá” “dedícate a jugar a la pelota”, le decían entre bromas y risas.  Pero el rigor de Pablo lo llevó a estar siempre conectado con lo que hacía y con lo que se sentía más cómodo, como dice, es la única manera de sacar las cosas adelante.

“Sobre todo con un tipo con déficit atencional como yo. Si igual soy despistado, me desconcentro rápido. Después me tocó bailar, hice danza contemporánea entre medio porque me gustaba moverme. Y ahí me fui descubriendo dentro de este mundo del arte y me di cuenta que me gustaba y que quería hacer varias cosas. Creo que se ha encausado bien la micro, hasta el día de hoy me siento pleno.”

Su debut en las tablas fue en el año 2001. Se trataba de una obra de danza contemporánea. Luego en el teatro San Ginés, se le dio la oportunidad de trabajar con un grupo más grande de personas y frente a un público mayor. Cuenta que nunca quiso hacer comerciales, pero sí, pertenecer a un team de verano. “Ese era mi sueño. Porque te pagaban bien, y porque habían chicas lindas. Y estabas en medio de la playa, cosa que me encanta. Entonces yo todos los años postulaba, y mandaba una foto a una agencia flaite de team de verano, pero nunca me resultó. Porque o no tenía buen look, o era muy chulo, cachay, nunca me daba para el team.”

Trabajar sin prejuicios.

Para Pablo lo importante es comunicar. Sea en la plataforma o escenario que sea. Cuenta que no está de acuerdo con aquellos que critican la televisión. “Mis profesores se encargaron de sacarme ese estigma ochentero, de que los actores son sólo para las tablas, que lo encuentro una ordinariez, sobre todo en un medio chico. No tengo ningún problema con eso. No le creo a la gente que dice soy de tablas. Uno es actor.” Y así es como desde el 2004, ha sabido llevar una carrera televisiva que lo ha puesto en papeles importantes del área dramática de los principales canales nacionales.

Pero su búsqueda continuó. En el año 2008 funda La Nena, una productora audiovisual que lo llevaría a iniciar su camino como director gracias al corto “Domingo”, la historia que cuenta la relación entre un padre con un hijo. “Con René Martín, co-guionista y asistente de dirección en Domingo, del 2009, tenía ganas de seguir contando esa historia y siempre lo comentábamos. Era bonita, era una buena historia, un papá con un hijo. Se me hacía familiar, y me sentía con la capacidad de poder contar un poco más.”

Luego vendría “Omar” (2010), pero con la idea en la cabeza de extender la historia de Domingo. Y así se empieza a gestar “Educación Física”, el largometraje que tendría una de sus mayores dificultades dar con la persona que tuviera las características físicas del protagonista. Querían a un actor chileno, de treinta y tantos, que fuera gordo, o que estuviera dispuesto a engordar, y que además pareciera de San Antonio, lugar donde transcurre la historia.

“Después de los 30’s no todos queremos engordar. Algunos buscar bajar. Pero lo conversamos, y dale, lo hago yo. Creo que la historia la conozco, lo puedo hacer bien, en ese sentido me tengo confianza. Creo que no soy un gran actor, pero soy un actor que responde. Y que conecto fácil con lo que quiera. Y entonces vamos. Hagamos la película.”

 La historia papá / hijo.

“No era una historia personal ni nada, mi vida ha sido bien neutral y estándar. No ha  habido altos ni bajos. Lo que me interesa a mí, más allá el tema padre-hijo, es el rollo del paso del tiempo. El paso de la niñez a la adultez. Cuando te hallas que ya no eres un niño, pero te sientes, y tienes que ser adulto, con responsabilidades, y la gente que a ti te acogió alguna vez en su regazo, ahora es tú regazo el que acoge a esa gente.” Respecto a sentirse en esa etapa de su vida cuenta que se relaciona con ese proceso. “Tengo 32, ahora yo trabajo, y ahora me toca a mí responder. Con la familia, con los amigos y con la vida también. Tomar las riendas del asunto. Y tomar ese riesgo, o hacerse cargo de eso, no es fácil. Y creo que sobre todo los hombres, muchos no se hacen esa pregunta.”

Pasó de sus 79 kilos a pesar 104. Dejó el deporte que tanto le gusta y la bicicleta, su medio de transporte.  “Fue uno de mis mejores años de mi vida. No te puedo negar. O sea comer tanto, nunca lo había pasado tan bien. Sí fue cansador, sí fue exigente, pero en ningún caso agobiante, porque era una historia mía, que tenía ganas de hacerla. Y eligiendo a los actores, juntándonos todos los días con René. Fue un proceso corto y súper concreto. En ese sentido me siento súper orgulloso, o sea, después de concretar la película.”

Se le nota feliz con el resultado final. El casting, según cuenta, fue siempre buscando gente comprometida y que quisiera participar. Para Pablo es fundamental conectarse con las historias que se están contando, y que con Educación Física, a su parecer se lograron. Destaca el nivel de actuación que alcanzaron los actores y la naturalidad en la que se desenvolvieron. “Creo yo que hacer películas tiene que ver también con subir cerros. O sea, tú partes con un grupo y terminas con ese grupo. Y todos tenemos roles. Creo que es importante definir roles. Creo que es importante estar conectado en ese sentido. Que aquí todos tomamos la cuerda y si tú vas segundo, no tienes más importancia que el que va cuarto. Sino que hay una cierta línea que hay que seguir, y hasta el final. En ese sentido, creo que mi grupo, lo logramos, llegamos a la cima.”