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SANFIC8: Secretos, la idiosincrasia chilena

Por Cristian van Kerkhoff.

Personajes icónicos de la sociedad chilena. Recuerdos imborrables del pasado. Doble estándar y doble discurso reina y parece ser la normalidad en el actuar. El cotidiano ejemplifica situaciones que identifican a más de alguno. Con una alta variedad de ideologías, creencias, y criterios, logra ser una película para todos y de todos los chilenos.

Los asistentes esperaban en parejas y en grupos reducidos mirando alrededor del hall que los albergaba en la entrada a la sala. Se hacía una fila simple hacia un pequeño mesón en la cual se podían adquirir las entradas, que en esta Cineteca (Nacional), eran a la antigua, en un pequeño papel con el precio escrito con lápiz pasta.

En vez de pop corn, skittles o coca cola, habían una amplia variedad de afiches sobre películas chilenas que habían sido proyectadas en la Cineteca, las que los asistentes contemplaban, opinaban o recordaban la trama, escenas o algo que los identificó e impactó.

15 minutos antes del comienzo del film, la sala ya se encontraba a la mitad de su capacidad, incluso se escuchaban personas extranjeras (colombianas y venezolanas) comentado el interés de estar y asistir a diversas películas de SANFIC mientras leían la revista informativa y buscaban un buen lugar para presenciar el film.

La variedad de asistentes se enfocaba, en su mayoría, en personas cercanas o pertenecientes a la tercera edad. Quizás por el vínculo histórico que el largometraje involucraba o porque, a priori, no era un lugar tan atractivo para niñas y niños.

El film -ambientado alrededor del 2003- comienza con el trasfondo político de los últimos 30 años, entre camaradas, exiliados y racconto que rememoran esa parte de la historia chilena tan sensible, la cual se ejemplifica con los distintos sectores socioeconómicos y sociales que vivieron y sufrieron ese período.

El organillero, ese hombre con su caja de música que recuerda la infancia e incluso la cultura de barrio tan extinta hoy, suena de fondo en el inicio de la película. Nos da paso a un sinfín de identificaciones tanto con personajes como con lugares, situaciones o hechos, que generan un acto inevitable de nostalgia y recuerdos.

El protagonista, «Traidor», resulta ser el más consecuente con su actuar de toda la alta gama de personajes que podemos encontrar en el film, llevando siempre la verdad y la justicia por delante, palabras tan manoseadas y poco reconocidas hoy en día, donde muchas veces pareciera que la verdad «aburre» y que la justicia es una utopía sacada de libros ancestrales.

Quizás la mayor virtud de este film sea el cómo se representan los típicos personajes que componen la sociedad chilena. Es tal la diversidad que inevitablemente conoceremos a alguien que es así, que habla de esa forma, que tiene tales mañas o que simplemente lleva una doble vida sin ningún contratiempo. Lanzas internacionales, «enfermeras» putas, la nana María,  el escritor que no escribe, un militar en Capuchinos sin memoria o el loco que ve a la virgen; la lista suma y sigue e incluso impone un desafío para el espectador para ir identificando si existen más personajes icónicos de la sociedad chilena.

La sumatoria de personajes que se suceden una y otra vez en la historia, nos muestra el grado de falsedad que existe en la sociedad chilena, donde prima un doble estándar en cuanto al decir y el hacer, gusto y decisiones o el que en el diario vivir cada cual vive su vida junto a las máscaras que se coloca para realizar diversos actos o gestiones. Aquí priman los estereotipos, el estándar socioeconómico, el no ser mal visto o los estigmas sociales que trae ser de una forma u otra.

Quizás no es una obra maestra, ya que su diversidad y versatilidad de historias nos sumerge en una vorágine que a cualquiera puede hacer perder el hilo de la historia, pero a la vez, nos plasma verdades y acciones que tenemos en nuestras narices y que, muchas veces, preferimos evadir o evitar para no entrar en conflicto.

Secretos, Dirigida por Valeria Sarmiento (viuda de Raúl Ruiz). Musicalizada por Jorge Arriagada. -2008, 35mm.