Niños a su suerte
Siempre ha sido una gran decisión tener hijos -para aquellos que lo deciden-, pero hoy le sumamos un sin fin de temas a tener en consideración.
Que no nazcan en invierno, está lleno de bichos, pues hoy en día en nuestra capital se perciben solo dos estaciones y por ende, los virus y las bacterias rondantes se mantienen un mayor lapsus de tiempo entre nosotros. ¡Peor aún! Sumémosle la nueva enfermedad de moda que ha salido de todo control y ha creado un pánico colectivo desmedido por el mal manejo de la información en los medios. Ésta enfermedad siempre ha existido entre nosotros y ha mutado como varias otras. Es más posible contagiarse en un consultorio atestado de gente histérica, que dentro de la rutina normal. Quizás la moraleja sea ampliar los hábitos de higiene en los pequeños y entender que siempre han existido y existirán enfermedades entre nosotros por más que nos asustemos.
Que no vaya a un colegio de curitas ni a uno de monjitas. Por más católico que alguien se profese, todos temen que su hijo tenga contacto indebido con alguien que se supone debe enseñarles o guiarlos por un camino de fe. ¿Cómo le digo a un niño que a veces los más santos, tienen por gusto los pecados más repudiables? Son tantos los casos ya conocidos de sacerdotes y monjas que han abusado de niños y que finalmente quedan absueltos, que se genera una sensación de indefensión respecto al tema, y finalmente uno prefiere evitar antes de pensar en el daño del niño y del bolsillo pagando abogados que no lograrán ganarle a una red de sustento de estas entidades.
Que no vea cualquier canal de TV. Que no crea que los adolescentes normales son aquellos que venden su sexualidad de manera encubierta en programas, o aquellos que con corta edad tienen a cuesta un extenso prontuario de amoríos. Peor aún, decirle que esa gente que sale en todos los extras noticiosos, son personas con buen pasar económico, algunos conocidos, que les gustaba tener intimidad con niñas. «Se gana más si vendes tu virginidad» a un famoso, o si la subastas por algún medio de internet. Es espantoso para uno -me imagino como lo será para la gente más antigua- ver a lo que se ha llegado. Se le paga a una niña con evidentes problemas -Valentina Roth- para seguir incentivándola a la promiscuidad y al descontrol. ¿Nadie piensa que terminará mal o con una enfermedad de transmisión sexual? Quizás muchos lo pensamos, y seguramente quienes la contratan también, pero para ellos lo importante es generar dinero aunque sea sacrificando gente.
Que te maltraten no es normal, pero sí en todos lados se encubren los distintos modos de bullying (no se les dice nerd, ahora les dicen diplomáticamente geek). Ya no se discute conversando, simplemente se les da una golpiza -Pareja Perfecta-, dando pantalla a las relaciones tormentosas y poco sanas -como algunas que salen en el docureality del 13-, o quizás lo que más ruido generó entre la gente, es como se le paga a alguna gente sumas excesivas de dinero para hablar mal de otros, insultar periodistas, ofender gente más humilde, humillar a aquellos de condiciones sexuales distintas, etc. Para qué pagarle a las Argandoñas, lo que podría invertirse en algo culturalmente entretenido donde se justifique el gasto. Finalmente, quizás la reflexión es si esa basura de TV somos nosotros reflejados.
Ya nada es fácil de prevenir ni de explicar, quizás lo más sano sea vivir el día a día y ocuparse de las cosas en vez de preocuparse de ante mano por ellas. Es la única forma de darles felicidades a esos seres y no prepararlos para ser inseguros y temerosos. Ya nada es como antes, y seguirá cambiando inevitablemente. Lo único que es bueno hacer, es Enseñarles que la envidia no es buena consejera. Que ser exitoso no significa pasar por sobre los demás, sino que a punta de esfuerzo y sacrificio personal. Que los amigos se escogen con el corazón y el alma y no por cuánto beneficio personal y económico te pueda brindar. Que todos cometemos errores, pero siempre se debe aprender de ellos y no tomar la postura cómoda de que equivocarse es normal para acostumbrarse a ello, dañando a tu prójimo pensando que pidiendo “perdón” todo el tiempo, es suficiente.