Cambios de ánimo, todos a prisa, cada espacio se discute o se lucha. El calor irrita, no sólo la piel, sino más bien el carácter, el ánimo y la paciencia. Tantas son las preocupaciones, que ocuparse de una u otra nos hace dudar o caer en incertidumbre. La Navidad, las graduaciones, las deudas, el fin de año o si se cumplen los tres días de oscuridad, harán de este mes, uno de los diciembres más controversiales, caóticos y sofocantes de los últimos tiempos. A ver si pasamos.
La cultura de la instantaneidad hace rato llegó para quedarse. La respuesta a cualquier pregunta tiene que ser ahora y no más tarde. Esas inquietudes que antes nos hacían reflexionar por un tiempo, en la cual analizábamos desde distintos paradigmas para encontrar un sentido a la inquietud; ahora es inmediato, casi sin digerir, como si lo que ya pensamos estuviese obsoleto o como si tratásemos de alcanzar el futuro resolviendo rápidamente preguntas, necesidades o incertidumbres.
Todo es rápido, al tiro, instantáneo. Si no hay Wi-Fi en algún lugar, es un problema. Demanda y dependencia, necesidad y solución, ansias y actos. Términos que puede resumir nuestra relación con la inmediatez de la vida cotidiana. La cotidianidad nos demanda actos a cumplir e incluso podemos percibir la presión que logra caer en nuestros hombros; la tecnología, en un inicio nos saciaba diversas necesidades, a las que generamos costumbre por la comodidad pero sin quizás denotar la dependencia que comenzaba a asomarse.
Esta dependencia manifestada en sentimientos de ansias por conseguir más, estar en más, tener más, etc. A esto, la inquietud que me surge es ¿Qué pasa con estar más en nosotros? Me refiero a estar más en lo que nos gusta, más en lo que nos nace y más en lo que nos apasiona. El priorizar a partir de nuestra esencia y valores, establecerá el camino a seguir a partir de nuestras necesidades y cómo poder darles solución, en vez de correr por lo que otros nos demandan o presionan.
Si hacemos preguntas en las redes sociales, casi antes de terminar de escribir ya tenemos alguien que nos respondió. Están todos atentos a las inquietudes de los otros virtuales pero, ¿qué pasa con los otros presenciales? Estamos en un período de “ayudar” o compartir virtualmente, pero lo presencial, el contacto y el cara a cara, se ha dejado de lado ante la urgencia del tiempo, el cual pasa a ser tan importante que muchos quisieran poder desdoblarse para estar en más lugares, para poder hacer más cosas, cumplir en más partes o con más compromisos.
Quizás la falta de reflexión en cuanto al objetivo que se desea lograr, puede hacer que siempre queramos abarcar más, estar en más de un lugar al mismo tiempo, comprometernos en nuevos desafíos, etc., lo que tarde o temprano generará un sentimiento de vacío o descontento, bien ejemplificado por el dicho “el que mucho abarca, poco aprieta”. El colapso por la pérdida de tiempo o por la mala administración, lleva a cuestionar los actos y las decisiones, queriendo cambiar la suerte o el destino que estos deparan.
Como ciertas ironías de las redes sociales, donde algunos piden al Viejito Pascuero más tiempo o que los ayude a tomar mejores decisiones. U otros que sólo piensan en el tiempo como un acto materializado en dinero. ¿Qué pasó con lo esencial que nos da el tiempo; las experiencias de vida donde no importa el dinero, las marcas, la moda o los aparatos tecnológicos? En una experiencia de vida no cuenta el tiempo, cuenta el disfrutar el momento.
Sobre todo ahora, que estamos ad portas de semanas tan esperadas por los supuestos acontecimientos que podrían cambiar el curso de nuestras vidas. Aunque, siendo sinceros, esperar a que otros o que el resultado de otras situaciones cambien nuestra vida, sólo incrementa la comodidad que mencionaba en un principio. Pase lo que pase, que pase por que tú lo quisiste, no por otros o por situaciones apocalípticas, ya que si llegase a pasar, sólo va a importar saber si disfrutaste o no el tiempo y los momentos.